“Un Estado con una Autonomía”, así se podría definir la organización espacial del nuevo uso: una vivienda para una madre y su hijo adolescente. Siguiendo esta política emocional, el primer paso del proyecto es establecer los límites territoriales de esta relación madre-hijo.
Se plantea dividir el espacio en dos grandes estancias; un salón-comedor-cocina y un estudio-estar-descanso. Estas estancias quedan separadas por un núcleo central en el que se alojan un lavadero, dos baños y un dormitorio, y que actúa como un límite de trazo denso pero discontinuo.
Con la materialidad se busca acentuar la densidad de esta frontera-muro, empleando un panelado de tableros de madera cemento, en los que se integra un paso oculto que comunica estos dos territorios. El resto de acabados son neutros, con paredes blancas y un pavimento continuo de madera.
Las dos grandes estancias encuentran su propia continuidad espacial y visual mediante el mobiliario diseñado a medida. Una vivienda singular a la espera de una futura Independencia, pero ese será otro proyecto.