Una casa que asume las paredes medianeras que le vienen dadas: su tamaño, sus texturas, sus colores. Que deja que participen de su espacio, que se deja abrazar y que se aprovecha de ellas para canalizar la entrada de la luz del sol.
Dos medianeras altas, muy altas, una al Norte y otra al Sur, acotan este solar de 9 m de fachada y 31 m de profundidad.
Un espacio urbano que recibimos angosto y sombrío en el que la luz del sol apenas llega a tocar el suelo durante la mayor parte del año.
Una casa en un solar apretado que plantea un jardín en dos niveles relacionados por una escalera superpuesta. Abajo estaremos resguardados, casi escondidos, relajados.
Arriba nos podremos bañar, tomar el sol, jugar, saltar, correr y hasta espiar a nuestros vecinos.
La casa divide el solar longitudinalmente: mitad interior, mitad exterior.
Planteamos un patio orientado al Norte, conscientes de que esta sería la única manera de recibir la luz del sol directamente y obtenerla también reflejada de la medianera enfrentada.
En el patio una escalera metálica, ligera, pone en relación el jardín de planta baja con la cubierta ajardinada y en pendiente que da acceso a una pequeña piscina expuesta, ahora sí, a la luz directa del sol.
La casa se organiza fundamentalmente en planta baja y vive exclusivamente de su patio interior.
La relación con la calle se produce a través de una puerta de metacrilato translúcido por el que entran los vehículos y las personas bajo un porche que acompaña hasta la puerta de entrada de la vivienda, ya junto al patio.
Arriba sólo un pequeño volumen en fachada completa el programa y nos da una mejor escala urbana.