Tradicionalmente, la Plaza Castelar de Elda ha disfrutado siempre de una zona de servicio de hostelería cuya ubicación ha ido variando según las diferentes operaciones de reforma que había sufrido la propia plaza. En el momento de la intervención, existía un edificio que antiguamente acogía el mencionado uso, el cual se encontraba abandonado y sin garantías funcionales y estructurales para poder acoger nuevamente el uso hostelero. Es por ello que desde el principio se plantea su demolición y sustitución por un nuevo edificio capaz de asumir el uso de Restaurante y bar, así como, el de servicios públicos para la plaza, los cuales hasta entonces se encontraban en una caseta de madera en una de las zonas ajardinadas de la plaza.

El nuevo enclave del edificio, posiciona el restaurante junto al escenario principal y junto a una amplia zona de juegos infantiles, lo cual convierte al nuevo edificio en un reclamo más de la reformada Plaza Castelar. Además, conceptualmente, el nuevo edificio pretende dialogar con el otro elemento arquitectónico de relevancia de la plaza; el paraboloide hiperbólico. Esta casi escultórica lámina de hormigón flota sobre el escenario principal, y su fondo de escena es una fábrica de bloque de hormigón trazando una parábola sobre el escenario que decide revestirse mediante listones de madera de Iroko para dotar de un carácter más noble al espacio de representación.

De este modo, el nuevo edificio, materializado en estructura metálica, se proyecta como un gran espacio central destinado a salón principal, el cual es custodiado por tres volúmenes opacos revestidos de listones de madera de Iroko, que acogen todos los usos de servicio del edificio, estos son; cocina y barra, aseos públicos y aseos del propio restaurante. Así como ocurre en el paraboloide hiperbólico, una losa de hormigón flota sobre estas cajas de madera, y una línea de cerramiento de vidrio cosiendo cada una de las mencionadas cajas, acotando el espacio del salón principal con vistas al espacio central de la plaza.