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¿Queréis venir a Madrid? Intentad reservaros un apartamento turístico por el fin de semana usando la plataforma que prefiráis… Aquel de Malasaña con terracita y bar, se ve genial, pero el de Chamberí mola muchísimo y aunque más pequeño, con el sofá-cama “ya vale” y es que tiene mucho “rollito”… Para los que queráis sentiros en Miami Beach sin cruzar el atlántico, tenéis éste, en La Latina, hasta arriba de neones, “flamingoes” y el art decó más pastelón; para los que vais de Lores ingleses, está éste otro, muy cerca, enteramente cubierto en chesters y bibliotecas… La competencia dentro del mercado inmobiliario de Madrid, se trate de apartamentos de venta, de corta estancia o de alquiler, es cada vez más dura y las exigencias sobre la calidad estética y funcional de los productos inmobiliarios son, por consiguiente, cada vez mayores, más específicas y recaen, cómo no, sobre nosotros los arquitectos y decoradores. ¡Y ya nos gusta! Los promotores se han visto obligados a abandonar la apuesta segura que el minimalismo les ponía en bandeja y a “abrazar” el riesgo que comporta intentar nuevos estilos que aludan directamente a un mercado de “x-generados” hechos mayores y milennials hiper – segmentados, “social – enredados”, “opinófilos” y “hashtaggeados”. De esta manera, tres apartamentos de planta y distribución prácticamente idéntica y ubicados en el mismo edificio acaban luciendo como “mundos” enteramente diferentes. ¿A ver cuál os gusta más? El Chic Botánico. Un festival de colores y texturas naturales, térreos y vegetales, que yendo desde los neutros arenosos hasta los verdes menos cálidos se permiten pasar por los naranjas y los dorados para llevar los ojos hasta algún rincón o alguna pieza en particular. Aquí lo “verde” no son únicamente las litografías botánicas, los patrones textiles de los cojines decorativos, o la tonalidad menta de la pared; son también “verdes” en espíritu las fibras vegetales escogidas para la sillería del comedor, la mesa de centro y el revestimiento crudo del puf; el bambú del cabecero de la cama en la habitación a juego con el mimbre de los frontales de las mesitas de noche; y todos los textiles de la lencería que van desde el lino hasta el algodón y las alfombras. ¿A que no os resulta rústico? Quizás, los zócalos moldurados y recrecidos en blanco, en conjunción con las puertas aplacadas en espejo y la iluminación arquitectónica y decorativa ayuden a amortiguar y dar sofisticación a un esquema que de lo contrario podría acaso parecer demasiado provenzal. Si este “pisito” no os ha dejado “verdes” de envidia, os invitamos a mirar el siguiente. El Brit-Blue ¿Aquel estilo se llamaba Oxford o Cambridge? Ni lo sabemos ni es, en realidad, tan crucial, pero quién dijo que no se podían conjugar todas esas pieles envejecidas, esos terciopelos, esas maderas y esos chesters con una envolvente protagónica pintada en azul profundo (¿y eléctrico?) ¿Quién dijo que las paredes repicadas de ladrillo visto sólo iban bien en ambientes del más rabioso estilo industrial? ¿Son los mapas, los peces y los perros motivos demasiado masculinos? ¿O acaso se logra “feminizar” un poco el conjunto incluyendo plantas, espejos, iluminación y detalles decorativos en dorado, aquí y allá? ¿versionar aquel azul profundo hacia un tono aguamarina, más claro, en la segunda habitación o representarlo en toda su profundidad, pero a través de un papel pintado que integre también un interesante patrón en la pared del cabecero, os resulta una pirueta decorativa lícita o lo consideráis una traición (estilística)? ¡No hace falta que os mojéis ya! Antes, acompáñanos a visitar el tercero de los apartamentos. El Organic Lux. ¿Se puede abordar el lujo decorativo desde una perspectiva más orgánica y menos “verde”? ¡Se puede! Se pueden conjugar las vetas de la madera y el mármol con estructuras doradas y pétreas. Se puede combinar la suavidad uniforme del terciopelo con patrones gráficos de inspiración orgánica en forma de conchas o pétalos. Se pueden superponer imágenes de un mar embravecido hasta la abstracción a la de una mansa pantera negra. Se pueden teñir hojas de oro y convertirlas en plato; botellas de azul para que su color “inunde” las paredes; y en marcar nuestro propio reflejo en dorado para vernos, cada día, “brillar”. Se puede montar todo lo anterior sobre una alfombra persa sobre la que sea un gusto andar descalzo y cubrir la cama con topos gises, rayas doradas y gabardinas verdes, sobre las que sea un lujo descansar. Y vosotros, ¿En cual de estos tres apartamentos preferiríais vivir?