El encargo de este proyecto presentaba dos factores que condicionaron mucho la propuesta: por un lado un presupuesto escasísimo y un programa menor como es el de consultorio médico (el nivel inferior de todas las categorías asistenciales); y por otro lado una situación periférica, en una manzana de borde del casco urbano rodeada en tres de sus fachadas por edificaciones de cuatro alturas.

La situación periférica del edificio propició que la definición rotunda de un límite pareciera un punto de partida. Y así, dentro de un perímetro muy preciso se fueron vaciando y macizando espacios según un sistema nada novedoso en la arquitectura mediterránea: tapias y patios, sombras y espacios interiores que buscan la intimidad y que matizan la luz permitiendo una vida interior propia. Este esquema justificó la adopción de un sistema constructivo donde el muro, que en muchos casos es de carga, adquiría una importancia básica para definir los espacios, apareciendo así a dos caras vista, en el interior, en los patios o acompañando el tránsito de dentro a fuera.

Por su parte el pequeño presupuesto y el carácter menor del programa que implicaba una escala pequeña en un entorno de grandes volúmenes, suponían una dificultad para que el edificio pudiera ser reconocido como público. En este caso, el recurso de proyecto para otorgar a la arquitectura esa dimensión no doméstica fue la abstracción: el conjunto se define a partir de planos horizontales y verticales en los que se trabaja con superficies iluminadas y en sombra, y en los que no aparecen ninguno de los elementos figurativos de la arquitectura residencial circundante. Nuevamente esta decisión condujo a la utilización del ladrillo como pieza neutra en un sistema abstracto, formando un objeto que utiliza la extrañeza como elemento diferencial y único.

La última decisión proyectual en la que sea apoya la solución adoptada tiene que ver con éste aspecto precisamente. A esta abstracción formal se contraponen cada uno de los espacios que construyen el edificio y que hacen de la memoria el mecanismo que los reconoce. Así, esos planos horizontales y verticales de los que hablábamos, al final no consiguen más que definir lugares tan viejos y conocidos como porches en sombra desde los que descansar mirando tapias soleadas, patios traseros, o celosías entre las que se vislumbran los naranjos.