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El Centro de de Salud de la Cale Noria, que venía prestando servicios desde hacía muchos años, necesitaba una pequeña ampliación para seguir atendiendo las necesidades de la población de Cartaya. La edificación que encontramos respondía a un periodo de arquitectura pública realizada sin “afectos”, en sus límites temporales de caducidad. Urgía ampliarlo y disponíamos de pocos recursos económicos. El edificio preexistente es de una planta. Formalmente carece de las cualidades que justificarían una ampliación mimética o contextualizada. Se optó por un planteamiento de negación de lo anterior y evidenciarlo. Así entendimos que el crecimiento no sería mera prolongación de lo existente. Nos integramos por divergencia, proponiendo otras formas de usar, de confrontar y entender las características del programa, como expansión de nuevos registros. La pieza se coloca con levedad, sin alterar el entorno, asumiendo y adjudicándose todos los elementos y formas encontrados en el lugar, que nos proporciona la clave del proyecto. El edificio deja intacto su entorno evidenciando nuestra discrepancia, se engasta como pieza aislada, poliédrica y ensimismada. Esa apariencia clausurada, hermética; responde a elementales razones que velan prioritariamente por la característica de privacidad del acto médico y al mismo tiempo el imprescindible control de la intensa luminosidad del Sur. Se partía de un presupuesto muy bajo, por lo que las soluciones constructivas elegidas debían sencillas y fácilmente ejecutables por una pequeña constructora local. Formas plásticas complejas de apariencia sencilla realizadas con materiales económicos, perdurables, de fácil mantenimiento y quizás paradójicos. Esta elección tiene voluntad expresa de no identificarse con los del edificio colindante. El programa requerido papa la ampliación se dispone en dos plantas. Un espacio central, en cada planta, trata de aproximar todos los usos, salas y consultas médicas, congregados en su interior. La envolvente del edificio es facetada. El “poliedro de piedra esculpida”, se manifiesta de manera que la luz que recibe provoca vibraciones y sombras al incidir en sus planos, manteniendo la escala confortable y peatonal de la pequeña explanada a la que se asoma el acceso al Centro. Revestimos todo el edificio de piedra caliza de la zona, recorriendo paramentos y huecos que en sus mismos despieces hendidos, dejan el necesario paso de luz. Lamas fijas, pétreas, procuran continuidad hacia un interior recogido e íntimo. La cubierta es prolongación de las fachadas y aunque se proponía usar en ella la misma piedra de revestimiento, buscando una unidad en un elemento tan concreto, la licencia municipal requirió usar cubierta de “teja cerámica”. Velaba por el imaginario arquitectónico de la población pero desvirtuaba completamente nuestra idea. Pero el requerimiento normativo se satisfizo colocando en la cubierta “revestimiento con elemento cerámico”: Alicatado de placa cerámica vidriada en los distintos planos que cubren la pieza. De esta manera nos acercarnos a las formas seleccionadas, a la imagen que originariamente generaba nuestra propuesta. La búsqueda de recursos estructurales livianos logra soluciones formales expresivas los planos que recogen y encierran el espacio interior. La estructura crea episodios atractivos, como la bóveda artesonada de losas de hormigón visto que cubre la escalera. Verificar contrastando, entre un exterior terso, continuo en un matiz que envuelve, muy pulido y un interior despejado, conciso en sus funciones, introduciendo leves planos de expresión, sensibles en espacios claros y fluidos. Detrás de la parcela existe un colegio público y el espacio de juegos es colindante con el edificio. Existía la posibilidad de que desde el espacio interior se observara ese mundo infantil de niños jugando como si fuera un monitor sin sonido, lo cual proporciona una nota visual alegre en un espacio habitualmente aséptico. Pretendemos una arquitectura pública modesta, ambiciosa y “con afectos”.