Entrevistamos a Enrique Nieto, profesor del área de Proyectos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Alicante.
¿Podrías contarnos qué actividad desarrollas como arquitecto y como profesor titular del área de Proyectos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Alicante?
Ambas actividades tienen numerosos puntos de conexión y también un punto diferencial claro, el que delimita la condición económica de la actividad, para la cual la Universidad establece mecanismos concretos para que ambas actividades sean compatibles.
En mi caso, ambas son complementarias y producen trasvases necesarios de información. Por un lado, permiten incorporar al aula algunas cuestiones urgentes que emergen del ámbito profesional. Por otro, permiten testear en el ámbito profesional algunos de los hallazgos que se dan cita en la Universidad.
Sin embargo, en la actualidad mi relación con lo profesional se orienta más a interaccionar con redes y grupos de acción ciudadana, con los que se pueden establecer pactos puntuales y búsquedas de alternativas necesarias.
Como profesor de Universidad, ¿cuáles son los cambios que has detectado en los últimos años en la Escuela de Arquitectura? ¿En qué han cambiado los estudiantes de arquitectura?
Los cambios que estamos viviendo tienen un origen muy heterogéneo y afectan a cada uno de los agentes que intervienen en el proceso formativo, desde el alumnado hasta el profesorado, pasando por las transformaciones de la propia disciplina.
Creo que tenemos que resistirnos a la tentación de remitir todos nuestros problemas al paraguas de la crisis. No sería justo y sobre todo sería poco útil. De igual manera debemos tener en cuenta que el proceso de Bolonia comenzó hace 20 años, cuando apenas arrancaba la burbuja inmobiliaria, por lo que su horizonte era tremendamente optimista en su consideración de la estabilidad de la institución universitaria.
Finalmente, las transformaciones del marco profesional provienen de una senda de unificación impuesta por la política económica europea, sin que los ciudadanos podamos interpretar las decisiones que toman por nosotros en un contexto político global.
Desde un punto de vista de la relación entre la formación del arquitecto y la institución universitaria, creo que por un lado estamos asistiendo a un proceso de integración completa de las escuelas de arquitectura en las estructuras universitarias, con la consiguiente pérdida de algunos rasgos identitarios y las dificultades y retrasos para encontrar los beneficios de tal integración. De alguna manera, todavía no sabemos ser Universidad.
Por otro lado, hubiera sido deseable que la Universidad hubiera también aprendido algunas de nuestras características pedagógicas, construidas a lo largo de muchísimos años, y de un gran valor en su calidad de núcleos de producción de subjetividad.
Desde un punto de vista de nuestra situación concreta en Alicante, pienso que nos encontramos en unos momentos en que la titulación de arquitectura ha cumplido dieciséis años, y algunos problemas de crecimiento nos están obligando a repensarnos superando la ingenuidad lógica de todo lo que empieza, y evolucionando desde las vivencias acumuladas de un grupo de personas con una experiencia desarrollada y compartida. Algunas cuestiones pendientes como la investigación formal o las relaciones con la sociedad, demandan protocolos específicos muy sofisticados y construcciones estratégicas a largo plazo con las que estamos empezando a familiarizarnos.
Desde un punto de vista del estudiante, pienso que sus expectativas están cambiando, sin encontrar todavía modelos claros y asequibles que les permitan orientar sus esfuerzos hacia modelos profesionales alternativos e ilusionantes que les reconecten con el tiempo y las oportunidades que les ha tocado vivir. Desde la Universidad también debemos contribuir a fijar esas búsquedas, seleccionando las prácticas del presente más pertinentes.
Sabemos que has reflexionado en profundidad sobre el papel institucional tanto de la Universidad como de los Colegios de Arquitectos. ¿Cuál es en tu opinión el cambio que deberían recorrer estas instituciones?
En mi investigación sobre ambas instituciones y sobre las relaciones entre ellas, lo más sorprendente y de alguna manera doloroso fue descubrir que fundamentalmente se trata de relaciones “reproductivas” orientadas a perpetuar las condiciones del presente, cuando éste es reconocido como positivo, o a fijar nostálgicamente unos modelos ideales nunca suficientemente verificados.
A pesar de las supuestas divergencias entre ellas, creo que ha sido una relación bien construida para garantizar esta actividad reproductiva que en muy pocas ocasiones ha cuestionado en profundidad algunos de los asuntos que nos hubiera permitido que la arquitectura española hubiera estado mejor preparada para abordar este conjunto de transformaciones que he citado más arriba.
A mi juicio, ambas instituciones deberían de ser más conscientes de su importante papel a la hora de "producir" realidad. Algunos cambios fundamentales podrían ser trabajar desde unas éticas centradas en los afectos y en actuar en positivo, sin planteamientos absolutistas o censores, o mejorar su capacidad para laboratorizar en su seno algunas de las prácticas emergentes del presente que ya están configurando algunos de nuestros futuros más deseables.
En definitiva, se trata de reconocer una innegable capacidad política que les permitirá contribuir, por ejemplo, a repensar la disciplina y el rol del arquitecto, a testear desde nuestro ámbito algunas de las urgencias del presente como la participación o las demandas que emergen del procomún, etc.
¿En qué situación dirías que se encuentra la profesión de arquitecto? Atrévete a hacer una predicción: ¿dónde estaremos los arquitectos en 10 años?
Creo que formaremos una profesión mucho más fragmentada y heterogénea, donde las asociaciones profesionales, los grupos, las filiaciones en general se realizarán por afinidades más personales y construidas desde la realidad de cada uno.
Las asociaciones profesionales serán más plurales, y creo que ninguna podrá arrogarse el privilegio de la exclusividad, sino que deberá ofrecerse en el marco de una diversidad más competitiva. Por lo tanto, estaremos más obligados a pactar y negociar nuestra participación en el festín de la construcción del entorno físico y social.
Se habla de que la arquitectura debe realizar ahora una acción más social y política. ¿Estás de acuerdo? ¿Podrías explicar cómo transforma el trabajo del arquitecto esta visión?
Esta cuestión es compleja porque admite varios significados. Por un lado, siempre ha debido ser así, y los grandes arquitectos siempre han introducido estos parámetros en su aproximación a la realidad, incluso en épocas boyantes económicamente.
Creo que en estos momentos esos términos apelan a un papel más contestatario, lo cual en realidad tiene que ver más con el rol que como ciudadano cada uno desempeñamos. Por ejemplo, muchas de las arquitecturas que ahora son adjetivadas como sociales, en realidad son de bajo presupuesto, pero no promueven una mayor equidad o justicia social. Simplemente son más baratas porque no les queda más remedio. En este sentido, soy muy crítico con los blogs de arquitectura de algunos medios de gran difusión, pues en lugar de problematizar estas cuestiones las simplifican enormemente, vinculando de manera aproblemática pocos recursos económicos y sostenibilidad, lo cual es una gran falacia.
¿Qué responsabilidad tenemos en tu opinión los arquitectos en esta crisis?
Creo que tenemos la misma que cualquier otro colectivo. Sin embargo, creo que tanto Colegios profesionales como Universidades sí que podrían haber hecho mejor sus deberes, y haber cuestionado desde sus propios cuerpos de acción lo que estaba ocurriendo. La responsabilidad personal es muy difícil de cuestionar, pero la colectiva es obvia y nos corresponde a todos imaginar mejores instituciones.
Las instituciones deberían de dedicar una parte importante de sus energías a ampliar su visión, y a actuar más contundente y valientemente en el presente para mejorar el futuro. En definitiva, a asumir más riesgos.
¿Podrías por favor decirnos qué viene a tu mente como profesor de Proyectos cuando pronunciamos estas palabras: especialización, internacionalización, diversificación?
(Risas)… Me suenan mucho, claro, pero no les atribuyo un valor especial por sí mismas. Son términos que dependen de las personas que haya detrás, y de los objetivos en que anden comprometidos.
Sabemos de la especificidad de la docencia de Proyectos Arquitectónicos. En ocasiones se escuchan voces críticas que indican que se debería tratar mucho más aspectos específicos del ámbito de la edificación. ¿Qué dirías al respecto?
Que probablemente es cierto, pero siempre será una opción personal el fijar el cómo hacerlo o dónde fijar esas especificidades. Siempre he querido que mis cursos fueran específicos con respecto a la edificación, el problema es que siempre habrá gente que no le parezca adecuada esa especificidad.
Creo que detrás de esta polémica subyace otra de mucho mayor calado, y es el papel que juega el Área de Proyectos en la formación del arquitecto. Sorprendentemente no comparto la idea de la centralidad exclusiva del proyecto en el proceso formativo del arquitecto. Sin embargo, muchas veces las otras áreas de conocimiento no han sido capaces o no les ha interesado proponer centralidades alternativas, y cuando lo intentan lo único que hacen es convertir sus aulas en otras aulas de proyectos.
A mi juicio no se trataría de eso, sino de proponer núcleos de trabajo comprometidos que emerjan desde otros ámbitos, capaces de cuestionar la centralidad del proyecto desde la producción de otras alternativas amplias, profundas y capaces de generar otras redes de trabajo.
En ocasiones es difícil de explicar a la sociedad el valor que aporta un arquitecto. ¿Cómo definirías esa función que cumple el arquitecto y que ningún otro profesional realiza?
Pienso que poner en valor nuestro trabajo no debería de significar defenderlo, sino adaptarlo a la realidad en procesos de colaboración con otros profesionales, articulando los cambios de manera positiva y permitiendo la participación, el debate y la influencia mutua.
En unos momentos en que todas las instituciones están siendo cuestionadas, no es solo la figura del arquitecto la que se resiente, sino todas las que intenten operar de manera exclusiva. El neoliberalismo a ultranza nunca verá con buenos ojos a ningún colectivo que actúe de manera específica, seria y diferente sobre la realidad. De la misma manera que en nuestra Universidad el poder descansa en los Departamentos, y no quieren ni oír hablar de titulaciones que acarrean fuertes identidades disciplinares y profesionales.
Para mí, el arquitecto es una persona que articula su especial visión política y subjetiva mediante el uso de unas herramientas específicas y concretas que colectivamente definen en cada momento histórico lo que supone ser arquitecto. Es una de las muchas maneras de intervenir en una realidad que siempre es compartida por distintos agentes de cambio. La exclusividad de este trabajo es una cuestión que siempre estará en debate, y creo que es higiénico que sea así.
Actualmente la Ley de Servicios y Colegios Profesionales puede suponer la pérdida de áreas de trabajo que son actualmente exclusivas del arquitecto. ¿Crees que estas medidas servirán para mejorar el entorno construido? ¿Cómo crees que afectarían en caso de aprobarse?
Creo que parte de lo que sucede es consecuencia de no haber estado atentos a los cambios del presente. No es de recibo, por ejemplo, que un ingeniero de la edificación no tenga apenas atribuciones con solo un año menos de estudio que el arquitecto. A mi juicio hubiera sido deseable compartir parte de nuestras atribuciones, para haber mantenido la exclusividad sobre el proyecto. Haber compartido por ejemplo la aproximación al cálculo de instalaciones, de estructuras, etc. Por ejemplo, es muy curioso que en la actualidad todas las asignaturas de la titulación de ingeniería de la edificación son convalidadas al pasar a arquitectura, cuando las atribuciones son absolutamente incompatibles ¿Cómo se explica esto?
Sin embargo, observo que el debate que se está produciendo es muy acrítico, y se basa exclusivamente en la defensa de unos privilegios adquiridos por nuestra parte, o en el deseo de asumirlos por la parte de los otros. Creo que es algo cínico pensar que de manera lineal se perderá calidad en el entorno físico. Esto siempre dependerá de una confluencia de muchos factores. Lo que sí está claro es que no mejorará, porque este argumento no parece haber sido incluido en las premisas que han motivado los cambios en curso. El problema se ha aproximado exclusivamente desde la óptica del reparto económico, sin tener en cuenta otro tipo de factores.
¿Cuál es en tu opinión el papel que tiene que jugar la Universidad en el impulso a valores de democracia, transparencia, sostenibilidad?
El papel de las instituciones puede ser crucial, y hay muchos textos de referencia en este sentido. Sin embargo, creo que no somos muy conscientes de la oportunidad que tenemos de participar en descripciones y visiones más afortunadas del futuro a partir de hacernos más frágiles, de admitir el riesgo en nuestra carne propia, de usar las aulas para problematizar algunas de las condiciones del presente, etc.
Conforme avanza el cuestionamiento institucional, la Universidad se hace más garantista y asume menos riesgos. Tampoco sé si sería posible de otra manera, pero en cualquier caso no es lo que yo desearía para mi Universidad.
¿Qué importancia le otorgas al componente moral en arquitectura?
Creo que es un término muy peligroso, porque encierra demasiados significados. Prefiero hablar de ética que de moral. La ética nos une y nos pone en relación. La moral nos aísla, cada uno tiene la suya.
¿Qué opinas acerca de propuestas que se plantean acerca de una especie de "Juramento Hipocrático" del arquitecto?
Creo que sería una buena ocasión de aumentar el rango y la intensidad de los debates. Me interesan este tipo de cuestiones en la medida que sirven para agitar y recolocar a cada uno de los agentes que intervenimos en la realidad. A estos actos “de recolocación de los cuerpos y los roles en el espacio” algunos le llaman política. Desde este punto de vista me parece interesante la aparición de nuevos conceptos o entidades que intentan hacer confluir muchas cuestiones relevantes en formas comunicativas sencillas y que provocan o alteran cualquiera de nuestros órdenes.
Comentarios (0)