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El oceanográfico de Valencia. La última obra de Félix Candela

Emilio A. Pérez Belda por Emilio A. Pérez Belda 07/07/2015 10:34

Releyendo hace unos días el librito de Enrique de Anda Alanís, de título Candela (ed. T. ASCHEN), no pude evitar sentir cierto malestar por constatar una vez más, la persistente equivocación que se repite en libros y artículos escritos con referencia al tema, en el sentido de que la intervención de Félix Candela en el proyecto del Oceanográfico de Valencia respondió a una invitación de Santiago Calatrava. No sé de dónde puede venir el persistente error y si el origen del mismo es o no intencionado. Ahora bien, nada hay más lejano de la realidad tanto desde el punto de vista del porqué como desde la óptica del cómo.

Pues bien, Calatrava no invitó a Candela a intervenir en el proyecto. La intervención de D. Félix en el Oceanográfico parte de la idea, bastante temprana respecto a los proyectos ya iniciados de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, de que en el caso del Oceanográfico debía de hacerse un proyecto, de autor reconocido, que sirviera de contrapeso a los fastuosos proyectos que se adivinaban en la Ciudad de las Artes, que entre otros muchos “peros”, eran totalmente carentes de cualquier asomo de escala humana. Y ello sin tener en cuenta que ya antes de empezar las obras, los presupuestos de las mismas empezaban a aumentar, no en progresión aritmética, si no geométrica.

Ni que decir tiene, que para no ser menos en este caso, y siguiendo su propia trayectoria, Candela en esta obra tampoco actuó de arquitecto. Si bien no hizo de constructor, como durante mucho tiempo fue habitual en él, sí hizo de consultor y diseñador de las estructuras que daban la impronta al proyecto. Fiel a su tradición más arraigada durante su etapa de hacedor de cascarones de concreto armado en Méjico, en esta obra, su última obra, Candela supo estar en lo más alto del proyecto, respetando como era habitual en él, la autoría de la totalidad del edificio que ostentaba el arquitecto pero, a la vez, dando al proyecto el carácter necesario para convertirlo en referente de una forma de hacer arquitectura, su arquitectura.

Corría el mes de enero de 1996 y hacía no muchos meses que D. Félix y yo nos habíamos despedido, como siempre, en la zona de salidas internacionales del aeropuerto de Barajas. Y digo, como siempre, porque desde hacía varios viajes de vuelta a Raleigh, Candela siempre se despedía de mí diciendo que tenía muy claro que esta vez sí que podía ser la última. Que me daba las gracias por todo lo hecho por ellos y que por favor ayudara a Dorothy cuando él faltara. Y sin embargo, quiso el destino que nuestra última despedida no fuera en el aeropuerto de Barajas, sino en Valencia, donde le había llevado para, como ya he dicho, hacerse cargo del diseño del edificio que debería ser el contrapunto a los faraónicos excesos que por entonces ya se empezaban a construir en la Ciudad de las Artes y las Ciencias.

Fue la llamada que me hizo Jorge Ballester, la que daría un giro de 180 grados a la idea que D. Félix tenía de que a sus casi 90 años, hacía ya mucho tiempo que lo tenía todo hecho.

Sobre la imagen: 

Quiero agradecer a D. Juan Ignacio Ruiz Funes, Dr. Arq. Investigador titular de la UNAM, el permitirme el uso para acompañar este artículo de esta imagen que usa habitualmente en sus presentaciones.

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